La inteligencia artificial (IA) se perfila como uno de los elementos más disruptivos y transformadores en el panorama global para 2025, generando tensiones y expectativas que redefinirán las dinámicas económicas y geopolíticas mundiales. El escenario actual presenta un complejo tablero donde las grandes potencias tecnológicas buscan posicionarse estratégicamente, mientras organismos internacionales demandan un desarrollo equilibrado y ético.
Estados Unidos con el regreso de Donald Trump a la presidencia, ha manifestado una clara intención de posicionarse como líder mundial en desarrollo tecnológico. La administración trumpista plantea un modelo de expansión de la IA con mínimas restricciones, donde las grandes empresas tecnológicas encuentran un terreno fértil para su crecimiento. Esta postura contrasta significativamente con las tendencias globales que reclaman mayor regulación y responsabilidad.
El Foro de Davos 2025 se ha convertido en el escenario donde se debaten los múltiples efectos de la inteligencia artificial. Líderes mundiales, académicos y representantes empresariales coinciden en la necesidad de un desarrollo que equilibre la innovación con consideraciones éticas, sociales y económicas. La discusión trasciende los aspectos meramente tecnológicos para abordar su impacto en el empleo, la energía y las estructuras socioeconómicas globales.
Los beneficios potenciales de la IA son innegables. La optimización de cadenas de producción, avances significativos en medicina, y la capacidad de resolver problemas complejos representan oportunidades transformadoras. Sin embargo, estos beneficios conviven con desafíos igualmente significativos, como el desplazamiento laboral, el consumo energético y la profundización de las brechas de desigualdad tecnológica entre regiones desarrolladas y en desarrollo.
Papa Francisco y una mirada humanista de la IA
La dimensión ética de la inteligencia artificial ha ganado protagonismo en la agenda global. Líderes como el Papa Francisco han hecho un llamado explícito para que el desarrollo tecnológico priorice la paz, la inclusión y la prevención de fenómenos como la desinformación. Esta perspectiva humanista busca contrarrestar visiones puramente mercantilistas que consideran la IA únicamente como una herramienta de crecimiento económico.
Países como Argentina enfrentan desafíos particulares en este nuevo ecosistema tecnológico, ante el objetivo de lograr una integración plena en la revolución de la inteligencia artificial.
Para muchas naciones la brecha tecnológica se perfila como uno de los principales desafíos geopolíticos de la próxima década.
La tensión fundamental se configura entre dos modelos de aproximación: el estadounidense, caracterizado por un desarrollo expansivo y poco regulado, y el representado por foros internacionales como Davos, que demandan una implementación más calculada, responsable y orientada al bienestar social. Esta divergencia no es menor, ya que definirá los marcos normativos y éticos de una tecnología con potencial para transformar radicalmente las sociedades humanas.
Toda la información de este texto surge de la columna sobre inteligencia artificial de Sebastián Di Domenica en Canal E, quien ha venido realizando un seguimiento detallado de las implicaciones geopolíticas de esta tecnología emergente.